Bibliografia completa Albert Ventura Rius (1997): «Los Romanos en la partida de “Les Alqueries”» El Municipi-BIM, n. 34 (maig – agost 1997).
Etiquetes Arqueologia, imperi romà, història
Preparació de la publicació Nelo Vilar i Laura Yustas (Etnopèdia)
Data d’entrada Dijous 15 de juliol de 2021

[El Municipi. BIM, núm. 34, maig – agost 1997, pp. 21-22]

Este text  va tindre una “segona part” a manera de “fe d’errates”, una vegada que el professor Josep Corell va aportar notícies que situaven l’origen de la làpida romana al terme Nules. Es pot llegir a El estudio del profesar Corell emplaza el hallazgo de la lápida “Fluvia Filenis” en el municipio de Nules, El Municipi-BIM n. 35 (setembre – desembre 1997), p. 18.


Una lápida romana conocida como “Epitafio de Fluvia Filenis”

Lápida romana hallada en Alquerías.

Todos conocemos los dos cilindros de piedra que formaban parte de un molino de aceite en la villa romana de «La Torrassa», en el límite con el término de Betxí, que se encuentran en la actualidad en la conocida popularmente como «plaça de les pedres».

Recordamos, también, el acueducto romano de la acequia del «Diable I». Todo ello nos habla de una importante presencia en todo el amplio territorio de la antigua Partida de Les Alqueries, donde la presa romana del Riu Sec y el cementerio romano de la «Finca de Puchol», de considerable extensión, probarían la existencia en sus alrededores de un importante asentamiento humano que tal vez la casualidad nos descubra algún día.

Casualidad fue, precisamente, la que en septiembre de 1913 puso en antecedentes al erudito Carlos Sarthou Carreres sobre la existencia de una lápida funeraria, «ya olvidada, que ha sido sacada recientemente de baja de montones de piedras y escombros, en el solar (almacén en construcción) de mi primo D. Vicente Puchal, en la calle de la estación de Villarreal».

Conocido este descubrimiento el mismo Sarthou dio la noticia de su hallazgo en la «Revista de Castellón» de 30 de septiembre de 1913, donde cuenta «que vino allí procedente de otro almacén que nuestro tío D. Santiago Puchol tuvo en la calle Gamboa; y hasta es muy posible que allí fuera trasladada desde su primitivo hallazgo, que no puedo asegurar, fuese, a finales del siglo pasado en el Convento del Carmen de dicha ciudad, cuando fue propiedad de mi citadi tío».

Las noticias que da Sarthou acerca de las diferentes vicisitudes de la lápida pueden ser ciertas, pero no así su conjetura acerca del posible hallazgo de la pieza en el Convento del Carmen de Vila-real.

Actualmente la lápida se halla en un jardín particular

En 1892 el historiador de Sagunto, Antonio Chabret, remite a su colega alemán E. Hübner las noticias que posee sobre la lápida en cuestión, que recogerá éste, con el número 197, en una obra que sobre inscripciones hispanas publicará en Berlín en 1897 .

Según Chabret, al que cita Mariner Bigorra en su artículo «Notas de Epigrafía Valenciana» (1954), la lápida no pasó a poder de D. Santiago Puchol y familia desde dicho convento, sino que fue hallada precisamente en una finca de dicho señor. Desechando, así, como apunta Ripollés Alegre en su «Sinopsis de epigrafía castellonense» (1976), las otras conjeturas acerca de su hallazgo.

A este respecto, en 1920, el historiador de Vila-real, mosén Benito Traver, en su obra inédita sobre Les Alqueries, dirá que «otra lápida romana podemas admirar, la cual, procedente de un huerto de D. Vicente Puchol en la Partida del Niño Perdido, ha venido a parar a otro huerto del mismo dueño que posee con una hermosa casa a las afueras de Villarreal».

Precisamente para José María Doñate, que publicará en 1969 un artículo sobre «Arqueología romana de Villarreal», esta tesis es admirable, «por cuanto desde su hallazgo, la piedra ha permanecido en poder de esta familia, que todavía posee, en las Alquerías del niño Perdido, una finca que limita, carretera y canal por medio, con el cementerio romano que con toda seguridad se adentra en la citada finca a juzgar por la abundancia de materiales en superficie en la zona limítrofe».

Acompañamos un plano de situación, que recoge Doñate en su artículo, donde se puede apreciar la ubicación de la necrópolis (parcela 104) y su prolongación a la «Finca de Puchol», al otro lado de la carretera y acequia.

La lápida, de origen romana, fue encontrada en 1913

Parcela donde fue hallada la lápida.

Según Doñate los vestigios encontrados en esta zona, nos dan para el conjunto del yacimiento una cronología que se puede fijar con bastante precisión en la primera mitad del siglo III. Cronología que encaja perfectamente con la que Beltrán Lloris da de la lápida en su trabajo sobre «Epigrafía Latina de Saguntum y se territorium» (1980), fijando su datación en el sigla III d.C.

Que para Sarthou el Convento del Carmen sea el lugar de su primitivo hallazgo, nos puede ayudar a situar la fecha de su posible aparición. Aceptando, como afirma Chabret, que la lápida fue encontrada en una finca, cabe pensar que de la «Finca de Puchol» fuera trasladada al exconvento, convertido por su dueño en un almacén. Sabemos que D. Santiago Puchol había comprado dicho exconvento en 1869 y que por escritura otorgada ante notario vendió después en 1876.

De toda lo dicho se podría afirmar, que la lápida fue descubierta al roturar la finca en cuestión y que posteriormente fue depositada en dicho almacén, y que tras su venta la lápida allí guardada fue trasladada como apunta Sarthou hasta otro almacén que D. Santiaga Puchol tuvo en la calle Gamboa y con posterioridad al solar de D. Vicente Puchol, donde, lo cierto es, que ya olvidada, fue encontrada, como ya sabemos, al construirse allí mismo un almacén.

Que la lápida fuera encontrada al roturar la finca en cuestión y que fuera trasladada al almacén que desde 1869 a 1876 poseía D. Santiaga Puchol en el exconvento del Carmen, parece la

versión más segura, y más aún si cabe, al comprobar las Padrones de Bienes de Vila-real de 1858 a 1882, donde podemos ver, que durante estos años se transformó dicha finca de tierra de cultivo en huerta de naranjos.

La lápida se encuentra hoy en el jardín de la casa de los Puchol en Vila-real, calle Polo Bernabé, 30; donde ya la sitúa en 1920 mosén Benito Traver y donde Mariner tiene la oportunidad de estudiarla. He de agradecer la amabilidad de su dueña y las facilidades que he tenido para verla y fotografiarla.

Se trata de un cipo funerario rectangular de grandes dimensiones, con inscripción, que se ponía en las sepulturas. Mide 103 cms. de alto por 39 cms. de ancho y 42 cms. de grueso. Tiene la base moldurada y también la cornisa por lo que lo hacen algo más ancho en sus bases. Está rematado por unos motivos decorativos triangulares en relieve. El material del mismo podría ser «Pedra de Borriol» dado su colar grisáceo donde se pueden apreciar vetas de color rosáceo y su tacto rugoso.

Respecto a la inscripción latina, ha tenido varias lecturas, para Beltrán Lloris, la segura es la expuesta por Mariner, que es el mismo texto que envió Chabret a Hübner en 1892, salvo alguna corrección:

D(is) m(anibus) / Ful(uiae)

file/ nidi an / nor(um) XXIX/ Zoticus/

maritu s/ uxori/ Karissi/ mae

fideliss(imae).

La inscripción ha tenido varias lecturas

La lápida es conocida como el «Epitafio de Fulvia Filenis», por estar dedicada a ella: A los dioses manes. A Fulvia Filenis, esposa amadísima y fidelísima, de 29 años. Zoticus su marido.

Por último cabe señalar, la que tras conocer este epitafio afirma el Padre Fita, en el Boletín de la Real Academia de la Historia (1914), sobre la difusión del griego en el «territorium, de Sagunto, que razonará él por los nombres griegos que aparecen en la inscripción de nuestra lápida.

Después de lo dicho, confío que algún día podamos tener la dicha de conocer y admirar lo que la necrópolis de la «Finca de Puchol» y alrededores pueda encerrar, de la que la lápida de «Fulvia Filenis» es ya un valioso testimonio.

Albert Ventura Rius

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