Bibliografia completa Albert Ventura Rius (1997): «La fiesta de Sant Antoni», en El Municipi. BIM, núm. 29, novembre 95 – gener 96, pp. 13-14.
Etiquetes Etnologia, festes
Preparació de la publicació Nelo Vilar i Laura Yustas (Etnopèdia)
Data d’entrada Divendres 16 de juliol de 2021

[El Municipi. BIM, núm. 29, novembre 95 – gener 1996, pp. 13-14]

La Fiesta de Sant Antoni en nuestro pueblo hunde sus raíces en la leyenda, siendo una costumbre que se inicia hace más de un siglo; si bien en el presente artículo se tratará de la fiesta hasta 1939.

Al parecer, según una antigua leyenda que se cuenta en Betxí, el Santo que se venera en la ermita de “la muntanyeta” fue hallado por unos podadores de Alqueries o Burriana, lo que explicaría que desde antiguo los vecinos de Alqueries sientan gran devoción a Sant Antoni y que existiera una cruz de término en el lugar de “l’aljub del Plà Redó”, en el “Camí d’Alqueries a la muntanyeta”, con la imagen del Santo.

Existe también la leyenda que el Santo curó un caballo de una familia de Alqueries y que esta familia hizo voto de organizar la fiesta cada año. De hecho hasta hace algo más de 25 años la fiesta era organizada por unas familias de Alqueries.

También existe la tradición que mientras los agricultores alquerieros trabajaban con sus caballos los campos de “El Plà Redó” y contemplaban “la muntanyeta de Sant Antoni” ponían bajo su protección a los animales de labranza. Naciendo así la costumbre de “pujar” anualmente a “la muntanyeta” a festejar el Santo.

Según nos cuenta el cronista Traver en su obra, “El Niño Perdido”, escrita en1920, “celébrase también, todos los años la fiesta de San Antonio Abad el 17 de enero en la que se reparten panecillos a todos los asistentes. Al declinar el día de la víspera de esta fiesta, se organiza una cabalgata con hachas encendidas, conocido este festejo con el nombre de Machà” (pág.65).

Del “pany dels Peregrins” a lomos de caballerías, se trasladaba el “Guió de Sant Antoni” a la Iglesia del Replà donde el sacerdote bendecía “els animals de càrrega: cavalls, matxos, aques, ases, …”, allí concentrados. Después de la bendición el sacerdote gritaba “viva el pare Sant Antoni” y se iniciaba el pasacalle, donde participaban también “carros enrramats”. Un caballista con el guión de Sant Antoni abría el pasacalle, junto a él iban dos jinetes con hachas encendidas. El pasacalle salía del Repll y hacía “la Volta”; en la “Creueta” se les obsequiaba con moscatel, y continuando hasta el Camí Artana se dirigían por éste al Camí Real por el que continuaban hasta el Camí Valencia que les conducía de nuevo al Replà, donde estaban preparadas las paneras con los rollos bendecidos, y en las hachas encendidas de los jinetes y de los que salían en los carros engalanados con hachas encendidas colocaban el rollo bendecido. Llegados a casa se reunía la familia y partían el rollo del que comían primero los animales para obtener la protección del Santo y después las personas, tras rezar un padrenuestro y un avemaría al “Pare Sant Antoni, per a que ens guarde d’una mala llengua i d’un falç testimoni”.

La Fiesta corría a cargo de las familias alquerieras “dels Paus, els Pelegrins i els Poeros”, por una “dicha” de los antepasados que incluso dejaron un huerto de tres hanegadas en el “Pany de les Morenes”, fila Reverter, para sufragar la fiesta, sobre todo para confeccionar los “rotllos”, que pastaban “amb farina, sucre, oli, ous, llavoretes, ren i aigua”. Con el tiempo se acordó costear la fiesta a partes iguales por las tres familias. Los rollos se confeccionaban por el propietario del “forn de Llop”, sito en el cruce del Camí Artana, en forma de “fogassa” de cuatro dedos de ancho. Se hacían dos más grandes “un per al capellà i I’altre per l’escolà”. Después de la “matxà”, delante del “pany dels Paus”, se celebraba “un porrat”, donde se obsequiaba “amb faves, tramussos, cacaus, rotllets i mistela”. Estas familias se cuidaban también de guardar el altar de Sant Antoni que en la Iglesia del Replà se encontraba a la entrada a mano derecha.

A primera hora del día 17 se celebraba una Misa solemne con sermón. En el momento de la bendición, los fieles presentaban rollos y panes para ser bendecidos, que guardaban y a los que atribuían virtudes curativas para remediar sus males y para sus animales cuando estuvieran enfermos. Concluida ésta se realizaba la procesión por el Replà, con gran asistencia de fieles, por el dicho aquel que decía “Sant Antoni del porquet, si no vas a la procesó, no et proveirà el cerdet”. Después se salía hacia la “muntanyeta”, donde se dirigían, a pie o en carro, en familia o en grupos de amigos, por los caminos del término, haciendo estación en la “Creu de Terme de I’aljub del Plà Redó” para beber agua y descansar antes de “pujar a la muntanyeta”, donde se encontraban con los vecinos de Betxí llegados en romería.

A las chicas casaderas que subían a Sant Antoni se les insistía en que “no vingues de Sant Antoni sense tocar la campaneta”, porque viene de tradición tocar la campana de la ermita para encontrar novio por intercesión del Santo, según la copla popular que dice “Sant Antoni de Betxí està dalt d’un tossalet a les velles fa carasses i a les joves fa I’ullet”; así como beber “amb una campaneta” del agua de la cisterna de la ermita porque tenía la virtud, según dicen, de hacer hablar más pronto y con más soltura y corregir las dificultades en el habla.

Por familias o en grupos de amigos se reunían, “per torrar llonganises i botifarres de la matança o menjar-se la berena”, finalizando la comida compartiendo “cacaus” y degustando “figues paleres”. Así se pasaba el día. Se celebraba una feria que era motivo de alegría para los niños. Antes de volver al pueblo y aprovechando que el día se alarga, como se recoge en la copla que dice, “a Santa Llúcia pas de puça, a Nadal un pas de pardal, als Reis burro el que no heu coneix i a Sant Antón las cinco en Sol, lo dicen pero no son”, se pasaba a “vore els horts del Plà Redó” que los maridos, orgullosos, enseñaban a sus esposas.

Al día siguiente las familias que organizaban la fiesta ofrecían una “Missa resà” por sus difuntos y concluida ésta procedían a liquidar a partes iguales los gastos ocasionados.

Durante el año, el ermitaño de Sant Antoni bajaba a Alqueries a recoger limosnas “per al Pare Sant Antoni”, manteniéndose la devoción y el deseo de “tornar a pujar a la muntanyeta”.

ALBERT VENTURA RIUS

Croniste Oficial

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